La noticia del fallecimiento de mi tía me dejó conmocionada. Era una mujer maravillosa, llena de vida y alegría, y su ausencia dejaba un vacío enorme en nuestros corazones. Quería despedirme de ella de la mejor manera posible, honrar su memoria con un gesto que reflejara el cariño y la admiración que sentía por ella. Y qué mejor manera de hacerlo que con un hermoso centro de flores para su funeral.
Recordé que en donde vivía mi tía, había varias floristerías especializadas en centros de flores para difuntos Ferrol. Decidí visitar algunas de ellas, buscando un centro que transmitiera la esencia de su personalidad: alegre, vital y llena de color.
Entré en la primera floristería con un nudo en la garganta. La atmósfera era serena y respetuosa, y el aroma de las flores inundaba el ambiente. La florista, una mujer de mirada cálida y manos delicadas, me escuchó con atención mientras le describía a mi tía y mis deseos para el centro floral.
Me mostró diferentes opciones: centros con rosas blancas, lirios, claveles… cada uno con su propio significado y simbolismo. Me explicó que las flores blancas representaban la pureza y la inocencia, los lirios la paz y la esperanza, y los claveles el amor y la admiración.
Sin embargo, ninguno de esos centros me convencía del todo. Sentía que faltaba algo, un toque de color que reflejara la vitalidad de mi tía. La florista, percibiendo mi inquietud, me sugirió una alternativa: un centro con gerberas de colores vibrantes, girasoles y margaritas.
Al ver el centro, supe que era el adecuado. Las gerberas, con sus colores alegres y llamativos, representaban la alegría y la energía que mi tía irradiaba. Los girasoles, con su imponente presencia, simbolizaban la fuerza y la admiración que sentía por ella. Y las margaritas, con su sencillez y delicadeza, evocaban la pureza y la bondad de su alma.
Con el corazón encogido pero con la certeza de haber encontrado el homenaje perfecto, compré el centro de flores y lo envié al tanatorio. En el funeral, al ver el centro junto al féretro de mi tía, sentí una profunda emoción. Las flores, con su belleza y su simbolismo, transmitían el amor y el respeto que sentíamos por ella, y nos ayudaban a sobrellevar el dolor de su ausencia.
Aquel centro de flores, elegido con tanto cariño en una floristería de Ferrol, se convirtió en un símbolo de nuestro último adiós a mi tía. Un gesto que nos permitió honrar su memoria y mantener vivo su recuerdo en nuestros corazones.